De la hiperactividad infantil al oro olímpico: El combustible que impulsó a Blummenfelt
Con una voz serena pero cargada de sinceridad, Kristian Blummenfelt, uno de los triatletas más completos de la última década, rompió el silencio sobre su amargo paso por los Juegos Olímpicos de París 2024. En una entrevista íntima para el programa Bonaran, el noruego, campeón olímpico en Tokio 2020 y triple campeón del mundo, confesó lo que muchos sospechaban: su duodécimo puesto en la capital francesa no fue solo un mal día, sino un golpe duro a su orgullo de competidor.
«Fui a París por el oro, no para participar»
Blummenfelt no esconde sus ambiciones. «Entré a esos Juegos con la mentalidad de ganar una medalla, idealmente la de oro», admitió. Sin embargo, algo falló en su preparación. «Estaba lejos de mi mejor versión. Fue frustrante». El atleta, conocido por su disciplina férrea, reconoció que aún analiza cada detalle: desde los entrenamientos hasta la estrategia de carrera. «¿Deberíamos haber hecho más cambios? ¿Menos? La mente no para de dar vueltas», confesó.
A pesar del revés, su mirada sigue puesta en el futuro. No descarta un regreso al IRONMAN de Kona, la meca del triatlón de larga distancia, en 2026 «Quizá sea mi última oportunidad de ganar allí», reflexionó.
De niño hiperactivo a leyenda del triatlón
Su historia con el deporte comenzó casi por casualidad. De pequeño, Blummenfelt era un torbellino de energía. «Necesitaba quemarla de alguna forma«, recordó entre risas. Tras probar el fútbol y la natación, un entrenador le sugirió el triatlón, un deporte que en Noruega, en los años 2000, era casi exótico. «Éramos tres adolescentes y el resto, hombres en crisis de los 40», bromeó sobre su primera carrera.
Pero su talento era innegable. Con los años, pasó de dominar la corta distancia a convertirse en un referente de IRONMAN. «Para mí, lo importante siempre ha sido ganar, no los tiempos», aclaró, aunque ostenta récords mundiales en la modalidad 70.3.
Rutina, dolor y la obsesión por cruzar la meta
Su día a día es un ritual casi monástico: madrugar, nadar 4.5 km, rodar en bici dos horas y correr otros 90 minutos, todo ello entre viajes (pasa más de 200 días al año fuera de casa). «Cuando llueve y hace frío, cuesta salir de la cama», admitió. Pero lo hace. Siempre.
¿El secreto para aguantar el sufrimiento de una prueba como la larga distancia? «Romper la carrera en trozos pequeños. No piensas en 180 km, sino en los próximos 500 metros». Y aunque el dolor es inevitable, Blummenfelt lo abraza: «Es parte del juego. Si no duele, no estás dando todo».
La casa de 18 millones y la vida más allá del deporte
Recientemente, Blummenfelt hizo titulares en Noruega por comprar una lujosa casa en Bergen valorada en 18 millones de coronas noruegas (unos 1.7 millones de dólares). «Al principio me arrepentí. Pensé: ‘¿Por qué me metí en esto?'», confesó. Pero ahora, tras reformarla, disfruta de su ubicación privilegiada cerca del fiordo.
Aunque el triatlón sigue siendo su pasión, ya vislumbra un futuro más tranquilo: «Me veo haciendo esquí, pesca o kayak, pero sin el estrés de entrenar cada día». Hasta entonces, su mirada sigue clavada en la próxima meta. Porque, como él mismo dice: «Siempre hay una carrera más por ganar».