Lionel Sanders y St. George: Una historia de amor, guerra y redención en el triatlón

El desierto rojo de Utah guarda los secretos de una de las rivalidades más intensas del triatlón moderno: Lionel Sanders contra St. George. Este circuito, que albergó sus mayores triunfos y sus derrotas más dolorosas, se despide del calendario del Ironman 70.3 dejando atrás nueve años de batallas épicas que forjaron al atleta canadiense.

2014: El día que Lionel conoció al monstruo
Llegó como un niño con sueños de gloria. Tras ganar su debut profesional en Muskoka, Sanders pisó St. George creyéndose «el rey del mundo». La realidad fue un balde de agua fría: «Salí del agua cinco minutos detrás de Andy Potts, perdí otros cuatro en la bici y terminé diez minutos atrás de Frodeno». Esa tarde, corriendo entre las rocas rojas con su madre, hizo una promesa: «Nunca volveré a dejar que una carrera destruya mi salud mental».

2016: La revancha del canadiense furioso
Dos años de entrenamiento obsesivo convirtieron al chico asustado en un depredador. En el Campeonato Norteamericano de 2016, Sanders destrozó el campo con una bicicleta de escándalo y una carrera a pie que dejó a Sebastian Kienle sin respuestas. «Ahí supe que pertenecía a la élite mundial», confesaría después. St. George ya no era su verdugo, sino su trampolín.

2017: El fantasma llamado Brownlee
El debut de Alistair Brownlee en la distancia 70.3 podría haber sido un cuento de terror para Sanders. «Me sacó tres minutos y medio en el agua, pero casi lo alcanzo al final». Esos 33 segundos que lo separaron del oro lo persiguieron durante meses. «Si hubiera creído más en mí mismo…». La frase quedó suspendida en el aire del desierto.

2021: Sangre, sudor y Sam Long
La pandemia no apagó el fuego de St. George. En lo que Sanders describe como «la carrera más divertida de mi vida», se enzarzó en una guerra de 21 km contra Sam Long. Con insultos por los conos de giro y un sprint final que terminó con el canadiense alzando los brazos, aquel día demostró que todavía tenía hambre. «Sam me hizo sudar cada maldito paso».

2022: El adiós que no fue
Cuando el Ironman World Championship llegó a St. George, Sanders optó por una estrategia conservadora. «Si duele, reduce la velocidad», fue su mantra. El resultado: un segundo puesto que le dejó sabor agridulce. «Fue mi mejor resultado en un Mundial, pero sé que pude dar más».

Ahora, con el último 70.3 en el horizonte, Sanders mira atrás con los ojos del hombre que creció entre las colinas de Utah: «Aquí aprendí que no se trata de vencer a otros, sino de superarte a ti mismo cada maldito día». Su mensaje para los que corran la despedida es simple: «Déjense el alma en esas carreteras. No habrá otra oportunidad».

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