Subiendo el Tourmalet
Pues quién me lo iba a decir, pero sí, subí el mítico puerto del Tourmalet y no fue una sola vez sino que además fueron dos, para hacerlo más épico si cabe. Aunque esta vez os voy a contar mi experiencia desde el lado de La Mongie.
Salimos la grupeta desde el pueblo de Arreau dirección hacia el La Mongie, para ello debíamos subir otro puerto mítico del Tour de Francia, el Cold d´Aspin de primera categoría desde la vertiente del pueblo de Arreau. Salimos a las ocho y media de la mañana, las piernas ya pesaban y como ya conocía el puerto del primer día que también lo había subido, le tenia un poco de miedo sabiendo lo que me esperaba.
Cogí un ritmo cómodo y sin apretar, reservando fuerzas para el plato principal del día, rampa a rampa, curva a curva y kilometro a kilometro volví a llegar a la cima del Cold de Aspin ,12 kilómetros de «puertaco» con una pendiente media del 6,5% aproximadamente, que se hacen bola si lo subestimas
La bajada fue rápida aunque yo soy de los que toma muchas precauciones, le tengo bastante respeto a las bajadas y siendo honesto se me da bastante mal, aun así lo bajamos. Llegamos al primer punto de encuentro donde reagrupamos a la grupeta, en una explanada bastante amplia nada justo al finalizar la bajada. Faltaba un compañero que pinchó y Sergio, mi compañero de fatigas, le esperó para bajar juntos y que nadie se quedase solo. Como hacía un frio de narices y la grupeta se estaba quedando helada, se tomó la decisión de que tirasen para arriba y yo me quedase a esperarles para llegar juntos al Tourmalet, Manu un compi de la grupeta, decidió también quedarse conmigo para esperar.
Cuando llegaron los compañeros arrancamos y tiramos hasta el siguiente pueblo y base de la subida, el precioso pueblo de Sainte-Marie de Campan a los pies del Tourmalet.
Y pasado este famoso cartel comienza la subida al puerto. He de reconocer que comencé a ponerme nervioso, mucho respeto por este puerto, no sabía si lo iba poder conseguir o cuánto iba sufrir para conseguirlo, todo eran dudas. Los cuatro que llegamos juntos paramos para quitarnos los chalecos, beber un trago de agua y comenzar a subir.
Pronto uno de nuestros compañeros tiró hacia delante y nos quedamos tres en el grupo, al cual desde ese mismo momento bautizamos como la trigrupeta, Sergio, Manu y yo.
Los tres congeniamos enseguida y tomamos la decisión de subir despacito y a nuestro ritmo, bebiendo y comiendo también mucho. El ambientazo era increíble, toda la carretera llena de gente animando a todos los que subíamos, cosa que te da un plus. Pero si bien es verdad que a mi lo que me dio un plus para poder llegar a la cima del Tourmalet fueron mis compañeros de subida, Sergio y Manu, la ya famosa trigrupeta. Los ánimos de ambos fueron imprescindibles desde el primer momento, ver cómo ellos también sufrían y entre los tres nos hicimos fuertes, cuando uno flaqueaba los otros dos le animaban, así fuimos derribando los famosos kilómetros del Tourmalet.
Las fuerzas se iban perdiendo poco a poco pedalada a pedalada, he de reconocer que si llego a ir solo quizás no lo hubiese subido, quizás hubiese parado en algún sitio pintoresco de la subida, pero también es verdad que regulando fuerzas con la trigrupeta, sus ánimos y los aplausos de la gente que esperaba en las cunetas a la llegada de los Pro del Tour, me sentí como el mismísimo Pogacar. Apretamos los dientes y descontado kilómetros y calculando el tiempo que quedaba de subida fuimos acercándonos más y más.
A la llegada a La Mongie se ve tan cerca la meta, que decidimos apretar un poco, pero la realidad nos puso en nuestro sitio y esos cuatro últimos kilómetros fueron durísimos e interminables. La tostada que llevábamos empezaba a ser realmente importante y empecé de nuevo a dudar de que pudiese terminar, pero la gloria estaba tan cerca…
Al llegar el último kilómetro Sergio nos comentó que quería apretar un poco, así que aumentó el ritmo, Manu y yo codo a codo hicimos el último kilómetro y por fin pudimos conseguir llegar a la cima.
Llegar a esa cima es derribar otro mito más desde que veía en la televisión a Miguel Induráin subir por esas cuestas, esas curvas y me imaginaba como sería subir por allí, como sería sentirse ciclista por una vez, cuál sería la sensación que puedes sentir cuando ciento de miles de personas te aplauden, te dan gritos de aliento, te animan como si de un ciclista profesional se tratara, todas esas emociones juntas hicieron que alguna lagrimilla se derramase por mi mejilla.
Después de todo el esfuerzo de la subida llegó la esperada recompensa: un buen bocata con agua fresca, saludos, abrazos y comentar la jugada con los compañeros de la grupeta y esperar la llegada de los Pro del Tour, fotos y videos, emoción a tope y alguna que otra camiseta de regalo que cogimos de la caravana del Tour. Cuando todo terminò nos montamos de nuevo en la bicicleta y esperamos el postre.
Con todo el empacho que llevábamos de desnivel, el postre se presentaba duro, subir de nuevo el Cold d´Aspin, esta vez por su cara más amable, aunque también dura y más con el desnivel que llevábamos en las piernas, pero de nuevo la trigrupeta se reunió y subió la montaña esta vez a un buen ritmo, sería por las ganas que teníamos de llegar al apartamento, ducharnos y cenar.
La experiencia fue maravillosa y todo gracias al grupo que formamos, a cada uno de los miembros de la grupeta, tanto los que iban a mayor ritmo que nosotros como al resto del equipo. Al final todos somos más fuertes unidos que en solitario, y si quieres ir rápido, ve solo, pero si quieres llegar lejos, ve acompañado.
Gracias a cada uno de vosotros por dejarme dar pedales a vuestro lado y gracias Sergio y Manu por hacerme llegar lejos.
Lo hiciste solito amigo….no hay quien te pare
Me emociono leyéndolo como si estuviera allí con vosotros. Gracias por esa ilusión contagiosa que le pones a las cosas!! Nos esperan más retos que conseguir aunque sea a ritmo de tortuga. #Trigrupeta
Pasión e ilusión, siempre!
Lo hicimos juntos