Crónica de un Debut
Los metros fueron pasando, el agua estaba a muy buena temperatura (no nos dejaron nadar con neopreno) y mi sensación era de disfrute, a pesar de que por mi inexperiencia iba nadando un poco en en zig zag, pero iba bien. Si no has nadado nunca en aguas abiertas o fuera de la piscina, te diré que los metros pasan mucho más rápido y que es mucho más ameno y menos aburrido. Antes de salir del agua sigo el consejo de Iván de mover mucho los pies para hacer que la sangre fluya hacia las piernas y a la hora de ponerme en vertical se minimice en la medida de lo posible la sensación de mareo al cambiar súbitamente de posición. Gran consejo porque me siento muy bien al salir del agua. Al final acabo en menos de 27’ el segmento de natación, algo que os aseguro es un logro para mí.
Me quito el gorro y encamino corriendo suave el pasillo hacia la primera transición, de unos 200m. Lo tengo todo en la cabeza, dejo gorro y gafas de bucear, me pongo calcetines, zapatillas de bici, cojo la bici y salimos, pero… “¿y el dorsal?” me increpa uno de los jueces antes de montarme en la bici. “Mierda”, pienso. Tengo que volver en sentido contrario a por el dichoso dorsal. Lo cojo, me lo pongo y recupero mi pobre flaca, que había dejaos apoyada antes de salir. Finalmente consigo salir y encaminar el circuito de bici.
Aquí, me cuesta coger el ritmo porque los primeros 5km eran prácticamente de subida constante. Intento ser paciente, me conozco y sé que en bici me cuesta arrancar y aprovecho para beber y comer…quizá demasiado, pero esto es otra historia que te cuento más adelante. El circuito transcurre por los alrededores del embalse de Entrepeñas a lo largo de carreteras que siempre pican hacia arriba dándonos a los ciclistas unas vistas sencillamente geniales. Tras bajar un repecho noto como mis piernas y mi corazón ya funcionan bien, llevo una buena postura en la bici y comienzo a tener una velocidad de crucero muy buena. Empiezo a pasar competidores, algunos con cabra y en esos momentos la sensación de estar vivo y disfrutando es máxima. Sí, llámame cursi, tienes razón.
En los tramos en los que la carretera da algo de tregua ya que todo el rato es subir y bajar aprovecho para llenar mi querido estómago… me tomo dos barritas y casi un litro de agua. Pienso que lo necesito para no desfallecer después.
Antes de llegar al último km en bici, hago un crosscheck de cómo estoy: piernas bien, corazón bien, estómago bien, moral por las nubes. Estoy listo tras 1h20’ de bici y casi 30km/h de media (inimaginable cuando me compré la bici de carretera menos de 10 meses atrás) para afrontar esos últimos 10k de carrera a pie. “Venga que ya tenemos 2/3 de esto hecho”.
Con ese pensamiento entro en la segunda transición. Dejo la bici, me pongo las zapas de correr, sustituyo el casco por mi gorra (siempre para atrás, por favor) y me dispongo a salir pitando.
Sobre el papel, el plan era tratar de bajar de 50’ en ese 10k tratando de ir de menos a más. Otra vez pobre iluso con de menos a más. Te adelanto que correr en un triatlón es otro deporte, no tiene nada que ver con esa carrera popular que has hecho, básicamente porque el castigo que lleva tu cuerpo es grande y, si añadimos el calor…te puedes imaginar.
A las 10 zancadas me saltan todas las alarmas. He comido mucho y bebido en la bici y el estómago me duele y me dice que no le apetece correr, qué quiere hacer la digestión y ya si eso, que otro día que quiera coma menos, pero que hoy quiere parar. Primera prueba mental nada más empezar. Al carajo las buenas sensaciones de la bici. Empieza otro deporte.
Volvemos a repetir incesantemente el mantra de “tú puedes” y trato de centrarme en dar una zancada detrás de otra mientras avanzo hacia el primer km con la sensación de que voy muy lento y llevo plomo en las zapatillas. Aun así y muy sorprendido, hago el primer km en menos de 4’30” y pienso que mi reloj se ha roto, esto no puede ser. Con esas malas sensaciones completó la primera de las 4 vueltas al circuito y comienzo a adelantar a cada vez más “zombies” que se van parando a caminar. Parece que antes de terminar la segunda vuelta el dolor de estómago se me va calmando y sigo clavando los tiempos en el entorno de los 4’30” el km. Me asombro muchísimo.
Empiezo a acusar el calor antes de terminar la segunda vuelta y aprovecho a beber agua en el avituallamiento ahora que parece que el estómago se ha calmado. Craso error. Aquí o calor o dolor de estómago, pero eso de disfrutar, mejor lo dejamos para los entrenos, me dice mi cabeza. Así que es beber y volver ese dichoso dolor de estómago. Esta vez sí que fue fuerte y lo empiezo a sentir en mi ritmo de carrera…casi casi no puedo correr más rápido de 5’ el km y es en esa tercera vuelta cuando pienso seriamente en parar, andar e incluso irme a mi casa que se está mejor. Pero ahí está la fortaleza de la que te hablaba. Vuelvo con el mantra y me digo que tengo que terminar. Acabo la tercera vuelta y ya solo quedan 2,5km, poco más de 12’, pienso. Venga que lo tenemos.
Veo a lo lejos a Iván yendo muy despacito y le alcanzo, pero también acusando el calor comienza a andar y a menos de un km me dice que tire que está fatal. Tiro cómo puedo y por fin comienzo a intuir ese pasillo azul que me encamina a la línea de meta. Al momento se pasan todos los males y enfilo esa recta hacia el final de la prueba con una energía que hasta ese momento se había quedado al bajar de la bicicleta.
Al final, el plan sale, y corro por debajo de 48’ el 10k, terminando la prueba en 2h41’ (con los más de 4’ de la primera transición ahí perdidos) con mucha alegría por ese objetivo cumplido.
Eso sí, se me quedó esta carita.
Qué duro es este deporte, Pedro!!
Pero al final, qué bonito es superar los miedos y poder disfrutar en equipo de esta experiencia.
Volveremos. Próxima parada Triatlón Olímpico de Riaza.
Si has llegado hasta aquí, gracias!
Fuerza y Honor.
Manu
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